Manel Segarra

Una tarde de verano de 1.909, en Konvo (Lituania) el protagonista de este artículo, Ladislaw Starewicz, se disponía a dar un paso determinante en el avance de la técnica cinematográfica moderna. Probablemente, su trabajo en el Museo de Historia Natural propició o posibilitó el desarrollo de sus inquietudes artísticas. El argumento de la película que pretendía rodar era una historia de pasión, celos e infidelidades en el marco de un complicado triángulo amoroso. Los actores principales, dos machos de escarabajo ciervo (Lucanus Cervus) y una hembra, obviamente.

Para quien no conozca la especie, el escarabajo ciervo tiene un gran dimorfismo sexual, notablemente visible en el desarrollo exagerado de las mandíbulas de los machos. Precisamente el aspecto de cornamenta de las mismas origina el nombre de «ciervo». Este insecto es el mayor tipo de escarabajo en Europa y, lamentablemente, su población está en regresión. Personalmente, y a pesar de mis numerosas incursiones en la naturaleza para tomar fotografías de animales salvajes, solo lo he visto dos o tres veces y en zonas prepirenaicas . Y todas ellas volando, es decir, no he conseguido capturarlo nunca con mi Canon. Pero no deja de ser una experiencia, cuanto menos curiosa, verlos sostener un vuelo irregular soportando toda la estructura de su cabeza.

Pero volvamos a principios del siglo pasado. Nuestro amigo Ladislaw lleva muchos días intentando incitar a sus escarabajos para la escena de la pelea entre ellos. Este tipo de insectos viven apenas unas semanas, y probablemente, menos en cautividad. La idea era que ambos machos empezaran a pelearse más o menos de forma espontánea ante la presencia de la hembra conflictiva y presuntamente promiscua. Pero algo fallaba y la paciencia de Ladislaw se iba agotando a medida que pasaban los días. El problema era el siguiente: los escarabajos son más activos al anochecer y para poder realizar la filmación unos potentes focos deben iluminar la escena, despistando a los pobres insectos. Finalmente, Ladislaw comprendió que sus actores no estaban muy dispuestos a cooperar. El director ruso-polaco reprendió agresivamente a uno de los machos, que víctima del estrés y sin poder llegar a copular con la hembra, falleció. Ladislaw, lejos de darse por vencido, intento mover al cadáver para que el otro macho luchara contra él. Pero el otro escarabajo, fuertemente solidarizado con el primero, decidió también negarse en redondo a colaborar, haciéndose el dormido al calor de los potentes focos. Ladislaw entonces, procedió a su ejecución sumaria. Eso sí, sin provocarle heridas visibles. Llegados a este punto, nuestro amable y simpático cineasta tuvo su gran idea: procedió a extirparles las extemidades con mucho cuidado y por partes. Con los trozos obtenidos fue probando distintos tipos de adhesivo para unirlas de nuevo y moverlas de tal forma que se pudieran articular y dejar en diferentes posiciones fijas. Pero los miembros segmentados de ambos insectos eran frágiles y Ladislaw tuvo que emplear alambres para reconstruirlos y complementarlos. También procedió a deshidratar los cadáveres y encerarlos. Parece que llegaron a tener mayor lustre y presencia que cuando estaban vivos. A partir de ahí, el procedimiento fue bastante simple: ir moviendo poco a poco los escarabajos fotografiándolos fotograma a fotograma. Finalmente, se completó la escena con un resultado mejor que el previsto dadas las dificultades acontecidas durante el rodaje, incluida la fuga de la hembra que no quiso participar en la escena porno que venía después. El caso es que quizá Starewicz no fuera el primer cineasta en emplear el Stop-Motion, pero, desde luego, sí fue el pionero en trabajar con actores muertos para rodar una escena completa y, más tarde, películas también completas con su propio argumento. La primera filmación original no se ha conservado pero, según testigos de la época, entre los que se encontraba su amigo Andréi Ignátiev, el realismo de toda la película era sobrecogedor. Claro que, luego, Ladislaw Starewicz se superaría a sí mismo rodando con ranas muertas, marionetas cubiertas de pieles de animales y esqueletos articulados pero verdaderos de aves y peces, empleando, en ocasiones, exteriores tan reveladores de su necrofilia como lúgubres cementerios de la zona.

He de reconocer que, en mi propio caso, como fotógrafo aficionado, he ayudado a la naturaleza para conseguir alguna imagen más dinámica como la depredación de la foto adjunta. Efectivamente, el saltamontes no llegó a la tela de araña por sus propios medios. Podríamos decir que, siguiendo la doctrina Starewiccz lo ayudé a tomar la dirección adecuada (eso sí, estaba vivo porque de lo contrario la araña no acude). Pero volviendo al fascinante Ladislaw, después de la Revolución Rusa, pudo escapar a Francia y culminar su carrera cinematográfica llegando a filmar más de un centenar de películas. Aunque su mayor elogio lo recibió del inocente y crédulo Andrei Ignátiev al principio de su carrera que, al finalizar la proyección de «La Batalla del Escarabajo Ciervo» dijo: «–Caramba, vaya trabajo habrás tenido para entrenar tan bien a esos escarabajos…»

Opinión por Manel Segarra

Por exagrama