Tu Alta Fidelidad Save the Stereo Gordon White

Las hamburguesas y el estéreo

Algo debe estar pasando cuando aficionados como Gordon White toman iniciativas como la fundación de la plataforma «Save the Stereo». El propio nombre de la organización me hace pensar en una ONG dedicada a la preservación de especies en extinción. Es cierto que las nuevas generaciones se han acostumbrado a formatos digitales comprimidos reproducidos por aparatos más comprimidos aún.

Es cierto, también, que acechan amenazas como la piratería, la creciente mercantilización de la música, etc. Pero también es verdad que nunca como ahora habíamos tenido un acceso tan directo e inmediato a cualquier canción que queramos escuchar gracias al streaming ¿A dónde nos lleva todo esto? Pues probablemente a la consolidación de una cultura «low cost» donde se consume «fast music» e, inevitablemente, con una «low quality».

Recuerdo que en los años 80, lo más cool y lo más pijo era ir a establecimientos de «fast food» donde los empleados se comunicaban entre sí con un auricular y micro. Algunos de esos empleados incluso adoptaban un aire de tecnificada suficiencia como si estuvieran a medio camino de ser agentes secretos o científicos de la NASA. En el Pokin’s de Barcelona ordenabas un pollo Crusty y te lo entregaban en 5 minutos. Los estofados cayeron en decadencia, las lentejas casi se extinguieron del centro de las ciudades y la comida debía encargarse en spanglish. Pero, curiosamente, de todas estas cadenas de reminiscencias norteamericanas, apenas algunas han sobrevivido, quedando relegadas en la mayoría de los casos a los centros comerciales periféricos. Un nuevo fenómeno reivindicador de la comida de calidad y del estilo de vida mediterráneo está surgiendo: el «slow food». Incluso hay una asociación que certifica qué restaurantes pueden alcanzar esta categoría o denominación. ¿Qué tiene que ver todo esto con la música y electrónica de consumo? Pues que la historia demuestra que todo se mueve en ciclos y que las tendencias no solo no son infinitas sino que pueden llegar a invertirse. Evidentemente, no voy a negar la existencia de una generación que apenas se ha enterado de la existencia de los sistemas estereofónicos clásicos con dos altavoces, amplificador y fuentes separadas, etc. pero es muy probable también que el momento actual no sea más que el punto de inflexión de la parte baja del ciclo. La vuelta a lo analógico, el interés por las válvulas y la creciente venta de vinilos parecen síntomas de que algo está cambiando. Quizá la duda esté, no en la supervivencia del estéreo como animal salvaje sino en la amplitud de su aceptación (el ecosistema). Es decir, ¿Será algo minoritario, para los más melómanos o volverá a tener presencia en muchas casas de clase media?

Mientras debatimos estas incertidumbres, está en nuestras manos influir para que la sociedad avance en el camino deseado: podemos apadrinar un buen sistema para algún buen aficionado que no pueda costeárselo, podemos organizar manifestaciones reivindicativas (con audiciones colectivas o no) o, mucho más fácil aún, colaborar con el Sr. White. Quién sabe si, en el futuro, «Save the stereo» puede convertirse en un partido político o en un influyente lobby internacional. De momento, el proyecto va ganando adhesiones de la prensa, la industria y el público en general. Mientras encontráis más información en savethestereo.com mi única recomendación es rehuir cualquier plato cocinado en menos de diez minutos.