OPINIÓN MANEL SEGARRA

Tu Alta Fidelidad Manel SegarraLucinda Williams, pianista de jazz nominada tres veces a los Grammy, decidió, en la cúspide de su carrera, hacerse con el control de su música. Fundó su propio sello discografico, editó sus propios CD y publicaciones y dosificó a su gusto sus apariciones públicas. Ella misma explica que dejó también el tabaco y el alcohol. Puede parecer, incluso, que equipara a las grandes discográficas con elementos tóxicos que conviene evitar. Actualmente, Lucinda es una experta en informática que vende a través de su web sus propios discos obteniendo el 100 % de lo que el aficionado paga por su música.

En el extremo opuesto tenemos la rocambolesca e increíble historia de Rodríguez, también conocido como Sugar Man. Rodríguez, músico cantautor de Detroit, grabó dos álbumes con el sello Sussex: «Cold Fact» en 1970, y «Coming from Reality» en 1971. Pero después de recibir críticas poco entusiastas y debido a las bajas ventas, fue despedido del sello, que cerró en 1975. Renunció a su carrera como músico y se dedicó a trabajar en tareas de construcción y mantenimiento. Sin embargo, a pesar de ser desconocido en EEUU, su propio país, a mediados de los años 70, sus álbumes comenzaron a ser muy difundidos en Sudáfrica. Un nuevo sello se hizo con los derechos para editar sus discos más una compilación. Algunas de las letras del cantante fueron prohibidas por el régimen del apartheid, lo cual no hizo más que incrementar su fama. Sin el conocimiento de Rodríguez, obtuvo un disco de platino en Sudáfrica, donde alcanzó un estatus de músico de culto con un éxito comparable al de clásicos como Elvis Presley o los Rolling Stones. Años más tarde, a través de un foro de internet, su hija se enteró de toda la movida y Rodríguez, que no abandonó su vida normal en Detroit, llegó a hacer una serie de conciertos ante un público entre el que había muchas personas que lo daban por muerto. De las decenas de miles de copias vendidas previamente no llegó a recibir ni un centavo.

Tu Alta Fidelidad Sugar Man Rodriguez

¿A que vienen éstos dos ejemplos? Pues simplemente son las dos caras de una industria que ya antes de las descargas piratas y el streaming ha sido considerada injusta, manipuladora y, en palabras de la propia Williams, grasienta. En la época actual, muchos intérpretes intentan obtener buena parte de sus ingresos a través de las giras de conciertos y, la mayoría de ellos, ignoran lo que pueden percibir por cada descarga.

Parece que Amazon o Spotify se quedan con casi todo lo que cobran a sus clientes. Y eso que ésta última compañía no ha dejado de perder dinero desde su fundación. También es cierto que los grupos o cantantes menos conocidos incluso llegan a colgar gratis sus temas con el fin de que se difundan y puedan llegar a ser famosos. Actualmente, las ventas en formatos digitales o físicos (CD, vinilo…) casi están al 50 %, pero los músicos siguen intentando obtener su mayor rentabilidad en la difusión radiofónica y televisiva, una vez descontado el porcentaje de la SGAE, claro. Por tanto, se nos abre un panorama jurídico-económico-tecnológico en el que las reflexiones acerca de la inmoralidad (que no ilegalidad) de las descargas o copias piratas se puede relativizar hasta donde cada uno quiera. Eso sí, menos mal que cada vez se venden más vinilos…