Tu Alta Fidelidad Russell K 100

I. ¿UNA CAJA MÁS CON SONIDO INGLÉS?

Hay productos de audio que, aún siendo nuevos lanzamientos, por tratarse de marcas muy conocidas o incluso por su aspecto externo, nos dejan adivinar qué se espera de ellos. En las cajas acústicas con mayor motivo, ya que el diámetro de los transductores o la forma y tamaño del recinto son pistas importantes para deducir cómo van a sonar. Pero tengo que confesar que con las Russell Red K 100, las sorpresas y las decepciones se han sucedido unas detrás de otras. De entrada se trata de unas cajas de aspecto tradicional británico, por no decir directamente BBC.

La estética de base prácticamente cuadrada y acabados simples en ángulos rectos nos recuerdan a marcas como Proac, Harberth, Spendor, Graham… Si a ello le sumamos el bass-reflex delantero, lo primero que podemos pensar es que, sin aportar nada novedoso, las Russell se sumarán a este grupo de altavoces de sonido más o menos plano y típico carácter British. Y algo de eso quizá hay… pero, vayamos por partes y entenderemos mejor qué cajas tenemos entre manos.

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II. CONSTRUCCION, ACABADOS, COLOCACIÓN Y DECEPCIÓN

De entrada, la construcción es simplotona y con unos acabados simplemente correctos, incluso por debajo de productos de precio similar. Las paredes de madera, excepto la frontal, parecen más bien delgadas. Los bornes, fáciles  y seguros de manipular, no admiten bicableado. Se trata de un clásico monitor de estantería de dos vías con un midwoofer de tamaño medio pero que, curiosamente, no llega a ocupar todo el ancho del recinto. Por su parte el puerto bass-reflex es amplio y se prolonga con un tubo de plástico hacia el interior de la caja. Examinándolo con una linterna, primera sorpresa, descubro que no hay espuma en el interior. Me sabe mal decirlo, pero casi parece un monitor tipo BBC pero low cost. Después de desembalarla, procedo a asociarla a un amplificador que destaca por su solvencia y neutralidad y que por precio y origen inglés de la marca me parece ideal: el nuevo Arcam A29 de 80 W. Separo las cajas de la pared del fondo, las inclino ligeramente hacia el punto de escucha y sobreviene el desastre: las cajas chillan, resuenan y desfallecen lamentablemente en los graves.

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III. EL PRESCRIPTOR, LA PARED Y EL TRIÁNGULO

Rápidamente veo que algo falla estrepitosamente y decido asesorarme. Las Russell Red K 100 necesitan mucha, mucha corriente. Una gran reserva de energía lista para actuar. Por suerte, tengo el amplificador adecuado: el poderoso Musical Fidelity M6si de 220 W. Pero eso no es todo, las Russell está diseñadas para dar lo mejor de sí en entornos domésticos reales y no en las salas acondicionadas de las tiendas.  Evidentemente, es una ventaja, pero hay que saberla y, en consecuencia, acercar a no más de 10 cm. la trasera de la caja a la pared del fondo. Conviene también separarlas bien una de la otra hasta formar un triángulo equilátero con el punto de escucha y casi no girarlas hacia él. Es decir, bastante pegadas a la pared y con muy poco ángulo. Pero, eso no es todo: al menos en mi caso particular, he necesitado también un par de días para hacerme con ellas o, mejor dicho, para que ellas se hicieran conmigo. Porque ya puedo anticipar que las Russell Red K 100, con su marcada personalidad, son las cajas más especiales que he tenido ocasión de probar y las que, en cierto modo, más me han «atrapado».

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IV. LA PUERTA INSONDABLE

Con Pat Metheny Trio en «Day Trip», uno de sus mejores discos, las Russell se expresan con una soltura sorprendente tratándose de un monitor de tamaño medio. Abren el sonido de una forma espectacular y, a pesar de estar muy separadas, construyen con mucha credibilidad el canal central donde situamos la guitarra de Metheny. Los sonidos se suceden rápidos y contundentes, con ataques autoritarios y sin atenuar la explosiva dinámica del amplificador. No se buscan excesivamente los detalles; en las percusiones el extremo más agudo se recorta ligeramente. No obstante, los platillos se expresan con transparencia y vigor, pero quedándose en el sitio que les corresponde: detrás de la guitarra. Pero la primera gran sorpresa es la articulación de los bajos. Las K 100 tienen un bajo muy profundo, nada pesado y muy límpio y progresivo. Es decir, lo último que podríamos esperar de un bass reflex delantero. El contrabajo o el bombo no saturan en ningún momento, pero bajan y bajan hasta donde es necesario. Se supone que el truco está en sintonizar el puerto  muy abajo, pero la verdad es que el tema de los graves está tan bien resuelto que casi parecen unas columnas de recinto infinito.

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V. EL SAXO TENOR SOLO MIDE 70 CM.

Las Russell cada vez me gustan más, y, contrariamente a lo que suelo hacer cuando evalúo productos, dejo que cada disco suene hasta el final. Con «Sounding City» de Neda&Labutis Jazz Quartet (todo un descubrimiento) constato, que incluso con abundantes instrumentos de viento y metal, las K 100 no chillan ni nada parecido. Como mucho, y a volúmen, muy fuerte, me parece notar que así como los ataques son vertiginosos, las cancelaciones no lo son tanto y algunas notas parecen flotar en el aire durante algunos microsegundos. La escena y la imágen estéreo son correctas sin llegar a ser exageradas. Y aquí está lo bueno: las cajas abren mucho el sonido, como si no tuvieran límite, pero, a la vez, conservando la dimensión real de cada instrumento. La naturalidad orgánica del sonido me ha hecho pensar incluso en una arquitectura del recinto tipo «horn», que evidentemente no es el caso. Otra contadicción es el hecho de que, a pesar de ser unas cajas que no colorean, sí imprimen su particular huella sonora a cada grabación. Dan un toque analógico, casi antiguo a los diferentes discos. Quizá con lo que menos se identifican sea con la música muy electrónica. Para todos los demás géneros, incluido el rock, las Russell priorizan el mensaje por encima de todo lo demás. Aportan velocidad y diversión, son musicales, pero a su manera, enfatizando ligeramente la zona medio alta, donde se situan la mayoría de instrumentos solistas. Son transparentes pero no analíticas. Y todo eso lo hacen de una manera franca y natural, con una espontaneidad difícil de definir pero que me obliga a prolongar las sesiones de escucha para comprobar una y otra vez la enorme contradicción de las Russell: a pesar de lo especiales que son y de que no renuncian a su personalidad, son las cajas que mejor extraen la esencia, y por lo tanto la emoción, de cada disco.

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VI. MARIZA ES FADISTA, LA KRALL ES HUMANA

Pero lo mejor está por llegar, y es comprobar cómo las Russel Red K 100 clavan las voces femeninas. Para ello, pongo durante una hora un par de cd de Mariza. Después de años escuchando fado, ahora, además, lo entiendo. El idioma portugués, suave y musical como pocos, se hace más inteligible para mí. Los altavoces destacan perfectamente la voz de la cantante situándola en su propio plano. Sin metalizaciones, sin acercamientos raros, como si no existiera el micrófono…  Pero quiero más y pruebo con Stacey Kent, Dayna Kurtz, Andrea Motis…. incluso la mismísima Diana Krall se vuelve más humana, más terrenal. No he escuchado jamás monitores de estantería por debajo de los 4.000 euros que logren restituir mejor una voz femenina.

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VII. LOS EXTRAVIADOS NECESITAN UN BÁLSAMO

Como ya he dejado entrever, las  Las Russell Red K 100 me han impresionado muy favorablemente y difícilmente encontraría opciones más interesantes incluso doblando su precio. Pero no son unas cajas para todos los públicos. Sus cualidades son difíciles de apreciar en una demo de 10 minutos en una tienda. Son divertidas pero no espectaculares. Necesitan una amplificación poderosa y rápida (Musical Fidelity, Densen, Naim…). Son muy fáciles de ubicar en una sala doméstica de cualquier tamaño si se siguen las recomendaciones que he mencionado. Para conectarlas solo necesitan un cable de calidad media que no haga cosas raras. Su estética, sin rejillas, no es de diseño rompedor pero acaba gustando por su sencillez y clasicismo bien entendido. Pero lo más importante a tener en cuenta es que no son unas cajas para los que van. Bien al contrario, son unas cajas acústicas para los que vuelven. Para los que no quieren buscar más. Para los que quieren cerrar el círculo. Para los que están dispuestos a renunciar a lo supérfluo porque  quieren el todo. Por eso digo que las Russell Red K 100 son un destino, un fin, una meta. Un lugar en el espacio que nos devuelve al punto de partida del que no hubiéramos debido alejarnos. Si somos capaces de acercarnos a las Russell con la mente abierta, nos introducirán en un concepto, en una filosofía, en una idea fundamental en la que el fin prevalece por encima de los medios.  Y llegados a este punto, las K 100 actuarán como un bálsamo reparador que calmará para siempre nuestra eterna inquietud audiófila.

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